Para Iberia significó el primer vuelo transatlántico y el inicio de su vínculo comercial con América Latina tras la II Guerra Mundial.
Ese primer vuelo inaugural, que en realidad fue de prueba, salió de Madrid rumbo a Buenos Aires, con escalas en Villa Cisneros –considerado entonces el mejor aeropuerto natural del mundo, a orillas del desierto sahariano-, Natal y Río de Janeiro.
Se realizó en uno de los tres nuevos DC-4 (Skymaster) que Iberia había adquirido a Douglas a un precio unitario de
400.000 dólares para su ambicioso plan de expansión internacional.
En el primer vuelo que salió del aeropuerto de Barajas despegó con 28 personas, entre ellas, el presidente de la compañía, Jesús Rubio Paz; el director gerente, César Gómez Lucía; el director general de Aviación Civil, Juan Bono y una comisión del Ministerio de Comercio.
Después de la primera escala en Villa Cisneros, el viaje continuó durante toda la noche hasta aterrizar a las nueve de la mañana, hora local, del día 23, en Natal (Brasil).
El reporte de ese primer vuelo indica que en territorio hubo problemas burocráticos, que retrasaron la continuidad del viaje durante 24 horas.
Al amanecer del día siguiente, el avión despegó rumbo a Río de Janeiro, una escala no prevista en el plan original, debido a una exigencia de las autoridades que pedían aclarar ciertas dudas respecto de los siguientes vuelos de la línea regular.
La llegada a Río no escapó a contratiempos. Al llegar a la costa brasileña se informó que un manto de nubes cubría
desde el norte de Río de Janeiro hasta Sao Paulo, lo que obligó a sobrevolar la ciudad hasta que se decidió atravesarlo, cuando ya casi se agotaba el combustible.
Finalmente, el 25 de septiembre, el periplo continuó hacia la capital Argentina, donde aterrizó por la tarde en el aeropuerto de Morón. Se habían empleado 36 horas de vuelo y algo más de dos días de viaje.
desde el norte de Río de Janeiro hasta Sao Paulo, lo que obligó a sobrevolar la ciudad hasta que se decidió atravesarlo, cuando ya casi se agotaba el combustible.
Finalmente, el 25 de septiembre, el periplo continuó hacia la capital Argentina, donde aterrizó por la tarde en el aeropuerto de Morón. Se habían empleado 36 horas de vuelo y algo más de dos días de viaje.
La comitiva española de ese primer vuelo permaneció en Argentina hasta el 8 de octubre, realizando gestiones para asegurar el establecimiento de la línea y firmando acuerdos comerciales.
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Una vez finalizado el proceso de selección, cuatro fueron las personas elegidas para este nuevo puesto: Pilar Mascías, Marichín Ruiz, María José Ugarte y Ana Marsans.
Antes de comenzar el vuelo se encargaban de repartir a los pasajeros un panfleto de seguridad con recomendaciones del estilo “evite fumar puros para así no molestar a sus vecinos”, o avisos como “no se alarme si durante la noche ve que de los motores salen llamas ya que se esto indica que el escape de gases es directo”.
Durante el viaje, su trabajo consistía en transmitir seguridad y confianza a sus pasajeros, además de ofrecer información sobre el vuelo y servir la comida en unas pequeñas cajas de cartón que contenían pollo frito, tortilla española, huevo duro o bombones. Este servicio de comidas a bordo se completaba con diferentes bebidas entre las que se encontraba el café con agua que se servía en tazas de loza.
En el viaje de regreso a España llevó a bordo a un grupo de autoridades e invitados argentinos, haciendo escalas en Recife (Brasil) y Villa Cisneros, donde descansaron la noche del día 9, llegando a Barajas en la tarde del 10 de octubre.
Los vuelos regulares comenzaron un 15 de octubre, con un itinerario cada diez días, que pasó a semanal en mayo de 1948. El primer vuelo comercial estuvo a cargo de los pilotos José María Ansaldo y Fernando Rein Loring, dos figuras históricas de la aviación comercial española.
Aunque el modelo del avión tenía capacidad para 44 plazas, en los primeros vuelos solo ofrecían 24 asientos para el pasaje, pues el resto lo ocupaban cuatro literas y asientos para el descanso de la tripulación. El precio del billete se fijó en 7.250 pesetas o 659 dólares al cambio de la época.
Para viajar, los pasajeros tenían que presentarse el día antes de desplazamiensto en las oficinas de Iberia en Madrid con sus pasaportes, certificados médicos y billetes, para rellenar los formularios y presentarlos con antelación suficiente en los consulados de Brasil, Uruguay y Argentina para su visado correspondiente.
Para viajar, los pasajeros tenían que presentarse el día antes de desplazamiensto en las oficinas de Iberia en Madrid con sus pasaportes, certificados médicos y billetes, para rellenar los formularios y presentarlos con antelación suficiente en los consulados de Brasil, Uruguay y Argentina para su visado correspondiente.
Además debía ser pesados con sus equipajes para poder calcular el peso completo de la aeronave.
Iberia tuvo un éxito comercial en esa ruta, pues en 1946, el factor de ocupación media de la ruta fue del 90%.
Una década después, los DC-4 fueron reemplazados por el Super Constellation, que tenía capacidad para 74 pasajeros, 14 en primera clase y 60 en turista. La primera clase estaba situada en la parte posterior del avión, donde había menos ruidos y vibraciones. Además, existía la posibilidad de desplegar dos camas, aisladas del pasillo mediante unas cortinillas y una sección de dos butacas enfrentadas y con unas mesas plegables.
Aunque tenía cuatro motores, estaba considerado el mejor trimotor que cruzaba el Atlántico, debido a la frecuencia con la que tenía que parar uno de ellos en pleno vuelo.
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Tras ese modelo llegó el DC-8 en los años 60, en los 70 el DC-10, posteriormente el mítico Jumbo, Boeing B-747, el Airbus A-340 y en la actualidad, el A-350.
Las aeromozas
Tras ese modelo llegó el DC-8 en los años 60, en los 70 el DC-10, posteriormente el mítico Jumbo, Boeing B-747, el Airbus A-340 y en la actualidad, el A-350.
Las aeromozas
A la primera convocatoria de empleo para azafatas se presentaron varias jóvenes entre las que se encontraban 11 horchateras de Madrid. Uno de los requisitos más importantes era saber inglés.
Una vez finalizado el proceso de selección, cuatro fueron las personas elegidas para este nuevo puesto: Pilar Mascías, Marichín Ruiz, María José Ugarte y Ana Marsans.
Antes de comenzar el vuelo se encargaban de repartir a los pasajeros un panfleto de seguridad con recomendaciones del estilo “evite fumar puros para así no molestar a sus vecinos”, o avisos como “no se alarme si durante la noche ve que de los motores salen llamas ya que se esto indica que el escape de gases es directo”.
Durante el viaje, su trabajo consistía en transmitir seguridad y confianza a sus pasajeros, además de ofrecer información sobre el vuelo y servir la comida en unas pequeñas cajas de cartón que contenían pollo frito, tortilla española, huevo duro o bombones. Este servicio de comidas a bordo se completaba con diferentes bebidas entre las que se encontraba el café con agua que se servía en tazas de loza.
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