1.8.16

Hiroshima, 71 años después. De la ruina a la modernidad

Una bomba atómica alteró la vida de Hiroshima hace 71 años. La desapareció, la dejó reducida a escombros, en la ruina. Su gente se levantó.  La convirtió en una ciudad moderna, con edificios sobrios, rodeada de verdor. Pero no olvida aquel 6 de agosto de 1945. La recorrí y comparto esta historia...




Las huellas que no borra Hiroshima
Shizuko Abe (d), sobreviviente de la bomba atómica/Foto: Jorge Villón
La menuda mujer entra al salón a paso lento con un largo vestido estampado. Sus manos envejecidas aún conservan el rastro de las quemaduras de esa mañana trágica. Shizuko Abe tenía 18 años cuando su cuerpo quedó marcado para siempre. Era la mañana del 6 de agosto de 1945 en Hiroshima, en el oeste de Japón. Una bomba con poder radioactivo descendió del cielo y convirtió en un infierno esa ciudad japonesa.
Shizuko estaba  a un kilómetro del epicentro donde explotó la bomba que soltó un avión estadounidense, el Enola Gay. La potencia hizo que ella saliera expulsada unos 10 metros. Estaba cargada con 15 toneladas de potentes explosivos. El calor era insoportable, recuerda.  Por tres minutos Hiroshima ardió unos 4.000 grados centígrados. Miles sufrieron los estragos de la bomba que formó un gran hongo de humo. La bomba atómica aniquiló el 60% de Hiroshima, dejando 6,6 kilómetros cuadrados de la ciudad devastados.
Durante años, Shizuko, una de las sobrevivientes de Hiroshima, ha extremecido a cientos con su relato. En el 2010 tuve la oportunidad de escucharla en uno de los salones del Memorial de la Paz, durante una cobertura presidencial en esa ciudad.
Después de la guerra Shizuko, al igual que otros sobrevivientes, pasó años en el olvido. Al borde del desprecio familiar por las laceraciones en su cuerpo. Encontró apoyo de su novio, que al regresar de la guerra, sin importar su estado, decidió casarse con ella pese a la férrea oposición de su familia. 
La cúpula de la Paz, símbolo del bombardeo. Foto:Jorge Villón
La famosa cúpula que resistió al bombardeo

La Hiroshima de hoy, la que pudo ver levantar Shizuko, es una ciudad moderna, ordenada, que privilegia los espacios verdes. Está rodeada de cerros. Con edificios sobrios de mediana altura asentados en terrenos donde solo quedó la ceniza. Es el hogar de más de 1 millón de personas.
El centro de esa ciudad portuaria y automotriz guarda la memoria de ese episodio que marcó a sus habitantes. En el corazón de Hiroshima está el Memorial de la Paz, con un edificio rectangular asentado a seis metros del suelo, sobre pilares de hormigón desnudo. La construcción de ese complejo se extendió de 1950 a 1956. Fue concebido como un lugar para recordar ese pasado doloroso, como un lugar de reflexión.  
Los restos de Hiroshima/Foto: Jorge Villón


Desde el Memorial, pasando un estero, se divisa la cúpula Genbaku o cúpula de la Paz, una edificación de tres pisos que resistió al bombardeo. El símbolo más famoso y retratado de aquella Hiroshima devastada. Antes del bombardeo, allí se realizaban actos de la Prefectura de Hiroshima. Los relatos históricos dicen que la bomba, que explotó a 600 metros antes de tocar tierra, dejó su mayor destrucción en esa zona.
Así era Hiroshima antes del bombardeo/JV

Así quedó Hiroshima luego del bombardeo/JV

Un museo que recoge el horror de una mañana

En  el complejo se halla también  el  museo de la Paz, construido diez años después del bombardeo. En ese sitio está la historia contada desde la mirada japonesa. Decenas de fotos recogen  el horror que vivió la ciudad, los daños que dejó en sus habitantes y las secuelas de enfermedades dolorosas que generó la radioactividad. 
En el centro  hay una gran maqueta a escala, en la que se exhibe la Hiroshima antes del bombardeo y después de este, destruida, rodeada de hollín, con casas en escombros. Del centro solo quedaron menos de una decena de edificaciones en pie. Ver la escena duele, conmueve.  
Galería de fotos en el museo/JV
Ropa quemada y objetos personales calcinados, como un triciclo que perteneció a una de las víctimas, se muestran para recordar el terror de ese día. Una réplica de la bomba atómica cuelga de una de las paredes del museo. La bomba se llevó parte de una generación, pero la que quedó se levantó y convirtió ese recuerdo en un razón para construir algo mejor. 
La mañana antes de dejar Hiroshima




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