19.8.18

Las Vegas: las viejas y nuevas atracciones

Desde que uno pisa el aeropuerto internacional de Las Vegas, el ADN de la ciudad brota por todos lados. Máquinas tragamonedas en los pasillos, luces de neón entre las escaleras y grandes vallas internas mostrando los espectáculos de los hoteles cerca a la zona para retirar las maletas.






 La ciudad de las luces, que alguna vez fue el sitio de escape de Elvis Presley, Frank Sinatra y Sammy Davis Jr, no ha dejado apagar ese brillo y sigue atrapando con sus atracciones tradicionales -y otras que ha ido agregando esta última década- a miles de turistas.

Anclada en medio del desierto, con 10 meses del año que arden por el fuerte sol, Las Vegas se muestra como una ciudad fácil de conocer: su vida recreativa se concentra básicamente en dos polos, el Strip y Fremont, un suerte de nueva y vieja ciudad.

En el Strip, una calle que se la puede caminar en una hora, se asientan los icónicos hoteles de Las Vegas, aquellos que en tomas panorámicas muestra la serie televisiva CSI o que Brat Pitt descifró cuando junto a su pandilla asaltaron un casino en la película La Gran Estafa.





Cada uno de esos hoteles alberga su propio mundo, una fantasía ideada para entretener las 24 horas, sin parar. Son hoteles temáticos con fachadas que recrean desde el antiguo Egipto, Nueva York, París, Venecia y hasta un circo. 

También están los más modernos como el Trump y el Encare, cubiertos con vitrales dorados, que en días soleados son como un espejo de la frenética urbe que no descansa. 







Dentro de ellos, el calor de Las Vegas parece disiparse. Con estructuras climatizadas para hacer olvidar que se está en una ciudad inventada, en medio del desierto. 
No importa la hora. Los tragamonedas de los hoteles no descansan. Frente a ellos se  ve a decenas de jugadores novatos y empedernidos que parecen haber perdido la noción del tiempo. Tratando de que la 'suerte' juegue a favor de ellos.



Entre las galerías de esos hoteles no es difícil toparse con una tienda de lujo cerrada exclusivamente para atender a una estrella de Hollywood o un magnate extravagante llegado de otro país.
Como esa noche cuando una veintena de turistas estaban pegados a los vitrales de una tienda captando con sus celulares a John Legend.


Las Vegas de hoy tiene cada noche un espectáculo musical. El rostro de Celin Dion está en la marquesina del hotel Ceaser Palace.  David Coperfild, el famoso ilusionista, es la atracción del hotel MGM.
Y el  espectáculo del alusinante Circo de Solei se replica en varios hoteles, donde pasar la noche puede costar entre $ 80 y $ 200, según la temporada. Y una entrada a esos espectáculos puede superar los $ 100.




Una reciente invención del Strip es la High Roller, la enorme noria de 167 metros que desde el 2014 es parte del perfil de la urbe. Subir a ella para ver Las Vegas en 360 grados cuesta 25 dólares hasta las 17:00. Después de esa hora, como casi todo en esa ciudad, tiene otro precio. Diez dólares más para contemplar la ciudad nocturna del neón.







Pero también hay atracciones gratuitas como el espectáculo de las fuentes danzantes del hotel Bellagio, que por estos días se deslizan al compás de la música de Bruno Mars. El show se reproduce cada media hora.

A 10 minutos del Strip está Fremont, el viejo sector que forjó la fama de la ciudad del ocio. Por allí pasaron alguna vez famosos actores o mafiosos como Al Capone.
Su imán es un callejón peatonal techado, que por las noches se ilumina de luces LED y sirve de lienzo para coloridas proyecciones. Hospedarse y comer por allí es más barato, pero ruidoso.








Bandas novatas y experimentadas llevan su música para distraer a cientos que pululan cada noche por Fremont, entre bares, restaurantes o exhibiciones callejeras. Todo allí parece permitido: bailarinas sobre las barras de bares al aire libre, ventrículos, ilusionistas o  adultos mayores bailando en toplets a cambio de billetes.

La última moda en ese lugar es recorrer el techado de Fremont en una tirolina llamada Slotzilla. La gente cruza suspendida entre cuerdas que se mueven velozmente en rieles. Esos segundos de adrenalina cuestan entre 25 y 45 dólares.


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