Minutos antes de aterrizar en la isla de San Cristóbal dos tripulantes de cabina recorren el pasillo levantando los compartimentos de equipaje para rociar spray desinfectante. Es una rutina que deben cumplir los vuelos que aterrizan en Galápagos para evitar la presencia de elementos contaminantes.
En el vuelo que sale del aeropuerto de Guayaquil viaja más de un centenar de pasajeros, la mayoría turistas extranjeros. Unos pasaron antes por la sala de arribo internacional donde personal de epidemiología del Ministerio de Salud da información preventiva sobre el coronavirus.
Otros pasajeros nacionales no escucharon eso porque ingresaron directamente a tomar el vuelo a la capital de Galápagos. En las salas de salida nacional no hay personal que dé detalles sobre ese mal, que activó las alertas en el país desde que a fines de enero se detectó un paciente chino con sospecha de coronavirus. El caso resultó ser una hepatitis B. El coronavirus ha provocado en el mundo la muerte a 200 personas e infectado a 7.700.
Galápagos es uno de los atractivos de Ecuador que más receptan turistas extranjeros. En el 2019, el 33% fueron turistas ecuatorianos y el 67% de diferentes países. Los turistas chinos ocupan menos del 1%.
El vuelo a San Cristóbal toma algo más de hora y media. Durante el viaje, a más del anuncio del rociado del spray desinfectante que es común en los vuelos al Archipiélago, no hay otra referencia sanitaria que aluda al coronavirus. Los pasajeros van distendidos, sin mascarillas.
Al aterrizar, la tarde del miércoles 29, dos de las puertas del avión se abren para el descenso de los viajeros. En la pista, personal dirige a los pasajeros por las líneas de seguridad que van al edificio de migración. Eso mientras que otro grupo de empleados baja el equipaje.
Los pasajeros de ese vuelo son los únicos que comienzan a llenar las líneas de migración. Uno a uno empieza a pasar por los counter donde hay empleados con mascarillas. Receptan las tarjetas de control y el viajero pasa a otro funcionario para cancelar la tasa del Parque Nacional Galápagos.
En la sala de arribo, a la hora de llegada del vuelo, no hay carteles referenciales ni personal gubernamental entregando información directa sobre el coronavirus. Un día antes, la Dirección de Aviación Civil posteó fotos en Twitter de funcionarios dando charlas y proporcionando datos sobre el coronavirus a los viajeros que estaban en la terminal de San Cristóbal.
En el vuelo que sale del aeropuerto de Guayaquil viaja más de un centenar de pasajeros, la mayoría turistas extranjeros. Unos pasaron antes por la sala de arribo internacional donde personal de epidemiología del Ministerio de Salud da información preventiva sobre el coronavirus.
Otros pasajeros nacionales no escucharon eso porque ingresaron directamente a tomar el vuelo a la capital de Galápagos. En las salas de salida nacional no hay personal que dé detalles sobre ese mal, que activó las alertas en el país desde que a fines de enero se detectó un paciente chino con sospecha de coronavirus. El caso resultó ser una hepatitis B. El coronavirus ha provocado en el mundo la muerte a 200 personas e infectado a 7.700.
Galápagos es uno de los atractivos de Ecuador que más receptan turistas extranjeros. En el 2019, el 33% fueron turistas ecuatorianos y el 67% de diferentes países. Los turistas chinos ocupan menos del 1%.
El vuelo a San Cristóbal toma algo más de hora y media. Durante el viaje, a más del anuncio del rociado del spray desinfectante que es común en los vuelos al Archipiélago, no hay otra referencia sanitaria que aluda al coronavirus. Los pasajeros van distendidos, sin mascarillas.
Al aterrizar, la tarde del miércoles 29, dos de las puertas del avión se abren para el descenso de los viajeros. En la pista, personal dirige a los pasajeros por las líneas de seguridad que van al edificio de migración. Eso mientras que otro grupo de empleados baja el equipaje.
Los pasajeros de ese vuelo son los únicos que comienzan a llenar las líneas de migración. Uno a uno empieza a pasar por los counter donde hay empleados con mascarillas. Receptan las tarjetas de control y el viajero pasa a otro funcionario para cancelar la tasa del Parque Nacional Galápagos.
En la sala de arribo, a la hora de llegada del vuelo, no hay carteles referenciales ni personal gubernamental entregando información directa sobre el coronavirus. Un día antes, la Dirección de Aviación Civil posteó fotos en Twitter de funcionarios dando charlas y proporcionando datos sobre el coronavirus a los viajeros que estaban en la terminal de San Cristóbal.
Los pasajeros de este vuelo pasan los filtros migratorios y van directo a poner sus equipajes por los escáneres de revisión. Es todo. En cuestión de 30 minutos casi la mayoría está fuera. Unos se van caminando al poblado y otros toman camionetas para llegar a sus sitios de hospedaje.
En Baltra, la isla a la que llegan más vuelos para ir a Santa Cruz, se ejecutan controles preventivos al arribo de pasajeros para evitar cualquier contagio del coronavirus.
El día en San Cristóbal se muestra soleado. Con un cielo azul intenso, despejado. En el centro las actividades se desarrollan con normalidad. En las calles, restaurantes y en las agencias que ofrecen tours no se ve a nadie usando mascarillas. Es normal. Nadie quiere que la sombra del coronavirus estropee la actividad de Galápagos, que vive de los dólares que deja parte del turismo.
En Baltra, la isla a la que llegan más vuelos para ir a Santa Cruz, se ejecutan controles preventivos al arribo de pasajeros para evitar cualquier contagio del coronavirus.
El día en San Cristóbal se muestra soleado. Con un cielo azul intenso, despejado. En el centro las actividades se desarrollan con normalidad. En las calles, restaurantes y en las agencias que ofrecen tours no se ve a nadie usando mascarillas. Es normal. Nadie quiere que la sombra del coronavirus estropee la actividad de Galápagos, que vive de los dólares que deja parte del turismo.
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