Guayaquil tiene menos de una veintena hoteles de lujo y la mayoría se ha asentado en el norte. En esa zona precisamente se hallan los establecimientos de marca que han sido construidos en la última década con tarifas que oscilan entre 100 y 120 dólares la noche.
El establecimiento de cadena que tiene menos tiempo de aperturado es el Radisson, en la ciudadela Kennedy, a 12 minutos del aeropuerto José Joaquín de Olmedo. En julio de este año cumplirá un año de operaciones.
Uno de los atractivos de este hotel es su apuesta de presentarse como un establecimiento conectado a la naturaleza.
La edificación está asentada junto a un ramal del estero Salado, en una zona en la que se puede ver el manglar y una panorámica del norte y los cerros. Tal vez el tramo menos contaminado del estero, que busca recuperarse.
Una parte de las 85 habitaciones del Radisson tienen precisamente una vista hacia el estero. Y cuando el huésped reserva puede pedir que le asignen una habitación en la parte posterior. (Si es en el quinto piso, mejor).
Unas habitaciones poseen un amplio ventanal para disfrutar esa vista. Otras, ubicadas más al centro, tienen una ventana pequeña, que probablemente corta la posibilidad de ver esa panorámica a plenitud. La que nos tocó tenía un ventanal pequeño.
Las áreas recreativas
La piscina alargada, de 1,40 metros de profundidad (no apta para clavadistas), está en la planta baja junto al estero. Unos arbustos tapan la vista al estero desde la piscina, pero hay un balcón de vitrales para ver de cerca el manglar. En la orilla se ve unos cuantos plásticos que bien se pudieran recoger.
La alberca puede resultar estrecha con varios huéspedes metidos en ella, pero para refrescarse un rato en Guayaquil puede servir, especialmente si se va con niños.
El jacuzzi está al lado de la piscina. Casi conectado para ir de un lugar a otro. De frío a un agua cálida.
Un pequeño gimnasio, con las principales máquinas, está por uno de los accesos que lleva a la zona de la piscina. No es muy amplio, pero para alguien que sigue una rutina diaria servirá de mucho.
La zona del restaurante
En la planta baja, a pocos metros de la piscina, hay mesas con parasoles para tomar el desayuno frente al estero y ver revolotear las garzas y los pájaros que pululan por el sector. Esto será algo que gustará mucho para quienes disfrutan de la naturaleza.
Desde esa área se puede acceder al restaurante, que a más de los desayunos clásicos, tiene minicebiches y encebollado como parte del buffete criollo. La tarifa de 100 dólares incluye el desayuno.
El chef del restaurante Mangle es un joven ecuatoriano. Allí se ofrece cocina nacional e internacional, con una carta que abarca platos muy típicos. Los precios no son tan elevados como en otras cadenas. Oscilan en los 20 dólares.
La habitación
El día que fuimos al Radisson conseguimos una habitación matrimonial de unos 80 dólares, que con impuestos bordeaba los 100 dólares (precio de buscador).
Una habitación con matices ligados al concepto de lo natural, de la vegetación.
De hecho, el piso del cuarto emula a la madera y el espaldar de la cama no es caoba, sino que tiene los tonos de madera natural. Lo mejor es la cama extragrande. El servicio de televisión con cable es surtido, con una parrilla de canales de diferentes países, en diferentes idiomas.
El baño va un poco a tono con ese concepto de lo natural. El acceso a este espacio se lo hace por una puerta corrediza de madera.
Las paredes del área de ducha están recubiertas con una cerámica que da la ilusión óptica como si se tratasen de pedazos de troncos secos. Por momentos podría uno tener la sensación que está en una cabaña.
Como es la tendencia mundial, este hotel también apela al cuidado ambiental para instar al huésped a reutilizar las sábanas y toallas.
Detalles
-En los pasillos de las habitaciones hay unos espacios que permiten ver una parte del norte de la ciudad.
-El edificio tiene un subsuelo para estacionar 30 vehículos.
-Está cerca a dos centros comerciales: Policentro y San Marino
-El hotel está en una zona residencial un poco tranquila, aunque no para caminar solo por la noche.
El establecimiento de cadena que tiene menos tiempo de aperturado es el Radisson, en la ciudadela Kennedy, a 12 minutos del aeropuerto José Joaquín de Olmedo. En julio de este año cumplirá un año de operaciones.
Uno de los atractivos de este hotel es su apuesta de presentarse como un establecimiento conectado a la naturaleza.
La edificación está asentada junto a un ramal del estero Salado, en una zona en la que se puede ver el manglar y una panorámica del norte y los cerros. Tal vez el tramo menos contaminado del estero, que busca recuperarse.
Una parte de las 85 habitaciones del Radisson tienen precisamente una vista hacia el estero. Y cuando el huésped reserva puede pedir que le asignen una habitación en la parte posterior. (Si es en el quinto piso, mejor).
Unas habitaciones poseen un amplio ventanal para disfrutar esa vista. Otras, ubicadas más al centro, tienen una ventana pequeña, que probablemente corta la posibilidad de ver esa panorámica a plenitud. La que nos tocó tenía un ventanal pequeño.
Las áreas recreativas
La piscina alargada, de 1,40 metros de profundidad (no apta para clavadistas), está en la planta baja junto al estero. Unos arbustos tapan la vista al estero desde la piscina, pero hay un balcón de vitrales para ver de cerca el manglar. En la orilla se ve unos cuantos plásticos que bien se pudieran recoger.
La alberca puede resultar estrecha con varios huéspedes metidos en ella, pero para refrescarse un rato en Guayaquil puede servir, especialmente si se va con niños.
El jacuzzi está al lado de la piscina. Casi conectado para ir de un lugar a otro. De frío a un agua cálida.
Un pequeño gimnasio, con las principales máquinas, está por uno de los accesos que lleva a la zona de la piscina. No es muy amplio, pero para alguien que sigue una rutina diaria servirá de mucho.
La zona del restaurante
En la planta baja, a pocos metros de la piscina, hay mesas con parasoles para tomar el desayuno frente al estero y ver revolotear las garzas y los pájaros que pululan por el sector. Esto será algo que gustará mucho para quienes disfrutan de la naturaleza.
Desde esa área se puede acceder al restaurante, que a más de los desayunos clásicos, tiene minicebiches y encebollado como parte del buffete criollo. La tarifa de 100 dólares incluye el desayuno.
El chef del restaurante Mangle es un joven ecuatoriano. Allí se ofrece cocina nacional e internacional, con una carta que abarca platos muy típicos. Los precios no son tan elevados como en otras cadenas. Oscilan en los 20 dólares.
La habitación
El día que fuimos al Radisson conseguimos una habitación matrimonial de unos 80 dólares, que con impuestos bordeaba los 100 dólares (precio de buscador).
Una habitación con matices ligados al concepto de lo natural, de la vegetación.
De hecho, el piso del cuarto emula a la madera y el espaldar de la cama no es caoba, sino que tiene los tonos de madera natural. Lo mejor es la cama extragrande. El servicio de televisión con cable es surtido, con una parrilla de canales de diferentes países, en diferentes idiomas.
El baño va un poco a tono con ese concepto de lo natural. El acceso a este espacio se lo hace por una puerta corrediza de madera.
Las paredes del área de ducha están recubiertas con una cerámica que da la ilusión óptica como si se tratasen de pedazos de troncos secos. Por momentos podría uno tener la sensación que está en una cabaña.
Un elemento del baño es que a más del manubrio para abrir la regadera existe una ducha móvil del otro extremo.
Como es la tendencia mundial, este hotel también apela al cuidado ambiental para instar al huésped a reutilizar las sábanas y toallas.
-En los pasillos de las habitaciones hay unos espacios que permiten ver una parte del norte de la ciudad.
-El edificio tiene un subsuelo para estacionar 30 vehículos.
-Está cerca a dos centros comerciales: Policentro y San Marino
-El hotel está en una zona residencial un poco tranquila, aunque no para caminar solo por la noche.
citricamultimedia.com/que-fue-el-arte-griego/
ResponderEliminarEn este momento se vieron de gran manera las nuevas formas en las que se mostraban las manifestaciones artísticas tomando en cuenta que era algo muy novedoso.