Cuando un hotel de lujo llega a una ciudad ecuatoriana su apertura tiene una connotación importante por la inversión que supone y porque no existen tantas cadenas de marcas internacionales como en otros países.
Ocurrió a finales del 2017 con la apertura del Four Points by Sheraton de Cuenca, que demandó una inversión de más de 16 millones de dólares y que reunió a dos grupos empresariales de esa ciudad. Es el primer hotel de cadena internacional en Cuenca, la tercera ciudad más importante del Ecuador.
Un fin de semana viajamos a Cuenca y decidimos hospedarnos en ese establecimiento de 11 pisos para conocer sus bondades frente a la tarifa que cobra. Pedimos una habitación que nos costó cerca de 91 dólares a través de un buscador. El hotel tiene 120 habitaciones sencillas, dobles y suites.
Cuando reservamos habíamos pedido un cuarto en la parte más alta, pero al arribar nos dijeron que solo tenían habilitado ese día hasta el piso 3 por un problema con el agua caliente. Igual aceptamos para no tener que asumir alguna penalidad de cobro.
El lobby nos pareció bastante amplio, moderno, pero nos dio la sensanción de que algo característico de Cuenca le faltaba para situarnos y ambientarnos en la Atenas del Ecuador.
La habitación, confortable y moderna
La edificación tiene doble fachada, una que da a una autopista y otra con la vista a la ciudad. La primera, por la que se ingresa al lobby, en realidad vendría a funcionar como la parte posterior, porque el encanto está por el otro lado, ese que permite disfrutar de una panorámica de la ciudad.
El cuarto que nos asignaron estaba impecable, precisamente en esa parte donde se tiene a la Cuenca fotogénica. El gran ventanal del cuarto, aunque no estábamos en los pisos más altos, permitía ver ese rojizo que caracteriza a Cuenca por sus casas con tejas y edificaciones de ladrillo. Claro, a primera vista, se ve el techado gris del Mall del Río, el centro comercial que está junto al hotel y al que se puede acceder por una conexión con el hotel.
En la habitación, el blanco y caoba del mobiliario prevalecían en medio de la iluminación natural que entraba por el ventanal. La cama estaba copada por bondadosos y suaves almohadones con tonos blancos y rojos.
El televisor no estaba sobre un escritorio, sino empotrado en la pared, delante de un marco caoba que daba la sensación de que el aparato era de mayor pulgada.
Lo malo es que no había un manual para la programación del tv, que ese día se desconfiguró un par de veces.
Como en un hotel de esta categoría, el cuarto estaba provisto de un pequeño refrigerador (sin productos de venta), una caja de seguridad y una plancha. No era la habitación muy amplia, pero sí confortable.
La ducha con un encendido peculiar
El baño tenía dos particularidades en el área de la ducha. Una de ellas es un vitral que sustituye un pedazo de la pared de la ducha y que da la sensación que la silueta se refleja hacia el otro lado del cuarto. Ilusión óptica. La otra novedad es que la regadera está en el centro y el botón de encendido en una pared ubicada a unos pasos. Es decir, que para prenderla y apagarla hay que deslizarse unos pasos de la regadera, casi de frente al vitral. Algo que puede gustar a unos o incomodar a otros. La zona para colocar el jabón y shampoo tiene otra particularidad: está en la pared frente al encendido. Hay que ir de retro para tomar los elementos.
El set de jabones con olor a mandarina tiene un olor agradable. No es un set lujoso, pero si está dentro de los estándares de este tipo de hoteles.
La piscina, la vista, lo mejor
Uno de los atractivos de las instalaciones del hotel es su piscina ubicada en el décimo piso. Una piscina alargada que tiene una vista privilegiada de Cuenca y fácil de visualizar por los grandes vitrales de ese piso. La alberca está temperamentada, algo que permite disfrutar de un baño en la mañana o la noche. Hay que comunicar con antelación en el lobby para que la tengan previamente temperamentada y no sufrir las secuelas del frío.
Está surtido con otros elementos para armar el típico desayuno americano.
En nuestra estadía decidimos apostar por lo típico con ese servicio buffet, que podría decirse que es variado frente al precio que se paga con la tarifa.
El plus de ese restaurante es que cuenta con vitrales que también permiten tener una vista a la ciudad y disfrutar de su paisaje mientras se desayuna. Probablemente da la sensación de ser algo pequeño, pero como el día que nos hospedamos no había muchos huéspedes, resultaba espacioso.
Ocurrió a finales del 2017 con la apertura del Four Points by Sheraton de Cuenca, que demandó una inversión de más de 16 millones de dólares y que reunió a dos grupos empresariales de esa ciudad. Es el primer hotel de cadena internacional en Cuenca, la tercera ciudad más importante del Ecuador.
Un fin de semana viajamos a Cuenca y decidimos hospedarnos en ese establecimiento de 11 pisos para conocer sus bondades frente a la tarifa que cobra. Pedimos una habitación que nos costó cerca de 91 dólares a través de un buscador. El hotel tiene 120 habitaciones sencillas, dobles y suites.
Cuando reservamos habíamos pedido un cuarto en la parte más alta, pero al arribar nos dijeron que solo tenían habilitado ese día hasta el piso 3 por un problema con el agua caliente. Igual aceptamos para no tener que asumir alguna penalidad de cobro.
El lobby nos pareció bastante amplio, moderno, pero nos dio la sensanción de que algo característico de Cuenca le faltaba para situarnos y ambientarnos en la Atenas del Ecuador.
La habitación, confortable y moderna
La edificación tiene doble fachada, una que da a una autopista y otra con la vista a la ciudad. La primera, por la que se ingresa al lobby, en realidad vendría a funcionar como la parte posterior, porque el encanto está por el otro lado, ese que permite disfrutar de una panorámica de la ciudad.
El cuarto que nos asignaron estaba impecable, precisamente en esa parte donde se tiene a la Cuenca fotogénica. El gran ventanal del cuarto, aunque no estábamos en los pisos más altos, permitía ver ese rojizo que caracteriza a Cuenca por sus casas con tejas y edificaciones de ladrillo. Claro, a primera vista, se ve el techado gris del Mall del Río, el centro comercial que está junto al hotel y al que se puede acceder por una conexión con el hotel.
En la habitación, el blanco y caoba del mobiliario prevalecían en medio de la iluminación natural que entraba por el ventanal. La cama estaba copada por bondadosos y suaves almohadones con tonos blancos y rojos.
El televisor no estaba sobre un escritorio, sino empotrado en la pared, delante de un marco caoba que daba la sensación de que el aparato era de mayor pulgada.
Lo malo es que no había un manual para la programación del tv, que ese día se desconfiguró un par de veces.
Como en un hotel de esta categoría, el cuarto estaba provisto de un pequeño refrigerador (sin productos de venta), una caja de seguridad y una plancha. No era la habitación muy amplia, pero sí confortable.
La ducha con un encendido peculiar
El baño tenía dos particularidades en el área de la ducha. Una de ellas es un vitral que sustituye un pedazo de la pared de la ducha y que da la sensación que la silueta se refleja hacia el otro lado del cuarto. Ilusión óptica. La otra novedad es que la regadera está en el centro y el botón de encendido en una pared ubicada a unos pasos. Es decir, que para prenderla y apagarla hay que deslizarse unos pasos de la regadera, casi de frente al vitral. Algo que puede gustar a unos o incomodar a otros. La zona para colocar el jabón y shampoo tiene otra particularidad: está en la pared frente al encendido. Hay que ir de retro para tomar los elementos.
El set de jabones con olor a mandarina tiene un olor agradable. No es un set lujoso, pero si está dentro de los estándares de este tipo de hoteles.
La piscina, la vista, lo mejor
Uno de los atractivos de las instalaciones del hotel es su piscina ubicada en el décimo piso. Una piscina alargada que tiene una vista privilegiada de Cuenca y fácil de visualizar por los grandes vitrales de ese piso. La alberca está temperamentada, algo que permite disfrutar de un baño en la mañana o la noche. Hay que comunicar con antelación en el lobby para que la tengan previamente temperamentada y no sufrir las secuelas del frío.
Y si alguien no quiere pegarse un chapuzón, en ese mismo piso, hay un balcón para contemplar la ciudad. Allí mismo está un pequeño gimnasio con maquinaria para correr o levantar pesas. Las máquinas están de frente al paisaje de la ciudad.
El día que nos hospedamos, el país sintió un sismo de 6 de magnitud. En el piso donde nos encontrábamos alojados el sacudón se sintió, pero no en la proporción de hacer caer un objeto. Las condiciones antisímicas del edificio parecen que absorbieron en algo los efectos de una vibración mayor.
El restaurante con un menú de fusión
El hotel ha contratado una chef de origen peruano para asumir la carta del hotel. El resultado ha sido tener un menú a base de fusiones de la comida ecuatoriana y peruana.
El desayuno recoge una parte de la oferta de bocados de esa región y de la costa como el motepillo, tigrillo, cebiche.
El hotel ha contratado una chef de origen peruano para asumir la carta del hotel. El resultado ha sido tener un menú a base de fusiones de la comida ecuatoriana y peruana.
El desayuno recoge una parte de la oferta de bocados de esa región y de la costa como el motepillo, tigrillo, cebiche.
Está surtido con otros elementos para armar el típico desayuno americano.
En nuestra estadía decidimos apostar por lo típico con ese servicio buffet, que podría decirse que es variado frente al precio que se paga con la tarifa.
El plus de ese restaurante es que cuenta con vitrales que también permiten tener una vista a la ciudad y disfrutar de su paisaje mientras se desayuna. Probablemente da la sensación de ser algo pequeño, pero como el día que nos hospedamos no había muchos huéspedes, resultaba espacioso.
Lejos del centro, cerca de todo
Uno podría pensar que el hotel está lejano al centro histórico cuencano, pero en realidad no está tan distante considerando que hasta allí se puede llegar en unos 10 minutos, con carreras de taxis que pueden costar unos 2,5 dólares. Lo único que hay cerca de la zona del hotel es un centro comercial, que para un ecuatoriano que reside en Quito o Guayaquil no podría ser un mayor atractivo porque encuentra las mismas tiendas que en otros shopping. Eso sí, el surtido patio de comidas puede ser una opción a menor costo si no se quiere comer en el hotel.
Uno de los sitios de interés que está cerca al hotel es el mirador de Turi, desde el que se tiene una vista panorámica de la ciudad. Se encuentra a solo cinco minutos.
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