22.12.16

Cuando una decisión de segundos puede salvar vidas

Acudí al cine a ver Sully el día que el Ministerio de Obras y Servicios Públicos de Bolivia emitió su informe 'administrativo y técnico' del accidente del avión que llevaba al equipo de fútbol brasileño Chapecoense.




Sully, filme dirigido por Clint Eastwood, revive la historia del capitán Chesley Sullenberger, que en el 2009 decidió un amerizaje de emergencia sobre el río Hudson de Nueva York. El vuelo apenas había despegado cuando una bandada de pájaros chocó con la nave y dejó averiados los dos motores.

El piloto, con 40 años de experiencia, tomó la decisión de 'aterrizar' en el helado río Hudson al considerar que no llegaría a otra pista cercana. Fueron 208 segundos claves en la toma de decisiones. Donde la experiencia del piloto se puso a prueba.

Más allá de centrarse en los minutos de tensión de los pasajeros que estaban en la nave, el filme de Eastwood explora aspectos que rodearon la decisión del piloto. De cómo Sully fue aislado y sometido en el proceso de indagación para tratar de determinar si lo que hizo fue una imprudencia, una falla de cálculo.

El filme además expone las dudas que surgen durante ese proceso, incluso, en el mismo aviador que llega a increparse: "¿Y si actué mal?". En cómo las hipótesis hechas desde la tranquilidad de una oficina o simulaciones calculadas pueden desdibujar esos segundos que tiene un piloto para asumir una decisión frente a una emergencia. 



La decisión de Sully salvó la vida de los 155 pasajeros del vuelo 1529 de US Airways. Pero su  accionar fue sometido a un riguroso  escrutinio. Eastwood escenifica cómo la naturaleza humana puede transformar un acto que parece heroico en un río de críticas, de suspicacias. 

Las investigaciones posteriores al accidente, que incluyeron simulaciones de lo que hubiese pasado si Sully llevaba el avión a otra pista, confirmaron que el piloto  hizo lo correcto. Que las posibilidades de llegar a aterrizar en otra pista hubiesen tenido resultados fatales. 



Un escenario diferente se teje en las decisiones que rodean el accidente del avión del LaMia que llevaba al Chapecoense. El  informe del gobierno boliviano atribuye  la 'responsabilidad directa' del siniestro a la aerolínea LaMia y al piloto Miguel Quiroga, de 36 años, que murió junto a 71 personas.

La hipótesis principal apunta a que el piloto decidió emprender un viaje directo de Santa Cruz (Bolivia) a Medellín (Colombia) pese a que el avión apenas contaba con la  autonomía justa de combustible para llegar a ese destino. Una decisión que muchos consideran errada. Desacertada, riesgosa. 

El resultado fue  nefasto no solo para las familias de los jugadores que murieron, sino también para la misma tripulación, para la familia del piloto.  "Que la gente entienda que mi marido no es ningún monstruo", sostuvo Daniela Pinto, esposa del comandante de LaMia,  días después del accidente. 

Probablemente si el piloto Miguel Quiroga hubiese estado entre los seis sobrevivientes, hoy, estaría bajo la avalancha de decenas de cuestionamientos, en la mira de tres países.  Con varios cargos en su contra. Muchos mayores a los que,  en su momento,  Chesley Sullenberger podría haber acarreado. 



Pero ¿es justo señalar y culpar solo al piloto? La tragedia del avión que llevaba al Chapecoense, al parecer,  tiene una cadena de errores que aún están por dilucidarse. Y aunque son casos distintos, estos nos muestran cómo las decisiones que se deben tomar en segundos y ante una emergencia pueden salvar vidas o ponerles punto final.

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