Ecuador tiene dos Salinas. Una turística anclada frente al mar, en el oeste del país, y otra agroindustrial incrustada en el páramo de Bolívar, en el centro de la serranía. Si bien sus paisajes, su clima y su cultura son diferentes, tienen algo en común: las minas de sal, que forman parte de sus historias, de sus nombres.
La parroquia Salinas, ubicada a 30 km de Guaranda |
Los salinenses del oeste y centro ya no viven principalmente de la extracción de sal. La sal sigue estando allí, pero ya no lo es todo. El turismo es el sostén económico de la Salinas costera y la agroindustria de la serrana.
La Salinas de clima frío está a 30 km de Guaranda, la capital de la provincia de Bolívar. Es una parroquia asentada a 3.500 metros sobre el nivel del mar. De mucho frío. La plaza céntrica tiene un modesto parque donde cada tarde los más jóvenes se dedican a jugar voleibol.
La iglesia de tono rosado, pintada a la mitad con un gran mural andino, está en un esquina de ese parque, rodeada de locales de venta de comida y una tienda de la marca Salinerito.
La plaza central de Salinas, su iglesia y la tienda comunitaria |
Es un almacén que expende la identidad de los salinenses: quesos maduros, chocolates, embutidos y otros productos, que en los últimos años han marcado el desarrollo de esa población. Todo con la marca Salinerito.
Cerca de allí está la casa de Antonio Polo, sacerdote italiano que empujó por la década de los setenta el inicio de los emprendimientos de Salinas. El hombre de barba poblada ahora tiene 76 años. Se mantiene muy cerca de los habitantes, pese a que perdió parte de su pancreas no hace mucho. En Salinas todos lo aprecian, lo admiran y muchos consideran el mentor 'de todo'.
De que el pueblo cuente con una fábrica de quesos maduros, de que haya una factoría de chocolates, de que sean capaces de tener una procesadora de hilados para la confección de prendas y que sobre todo haya trabajo en un pueblo de indígenas y mestizos, donde antes la única opción era la sal. Polo es modesto y afirma que es trabajo en comunidad, fruto del esfuerzo de muchas manos que reciben un pago justo por su labor.
Los moldes usados para elaborar el queso maduro |
Por eso, en Salinas, todo se mueve en equipo. Y eso es algo que se remarca en carteles pegados en las fábricas que posee y que dan empleo a más de 300 familias. El trabajo comunitario de los salinenses es visible. Y los visitantes pueden palparlo con un recorrido programado a las plantas. Una naciente actividad que busca además atraer turistas nacionales y extranjeros a este tranquilo, pero emprendedor pueblo.
La planta emblemática de Salinas, esa que saca a flote el orgullo de sus habitantes, la que fue el comienzo de todo, es la de los quesos maduros.
Está sobre una colina, a la entrada a la parroquia. Con una vista pintoresca del pueblo. Allí producen unas 16 variedades de quesos maduros. La producción es toda una cadena donde están involucrados pequeños productores de leche, que antes del amanecer están entregando a tiempo su producción.
Una de las cámaras de maduración de queso |
Vinicio Ramírez, quien tiene aspecto de gringo, pero que se considera un salinsense, es el técnico de la planta quesera. Cuenta que procesan 4.500 litros de leche al día para producir 480 kilos de queso. Es un trabajo arduo, riguroso. Porque hay quesos que pasan más de seis meses en cámaras de maduración antes que vayan finalmente al consumidor.
En la planta hay ciertas áreas adecuadas para que los visitantes puedan ver parte del proceso de elaboración. Además hay una tienda en la que se muestra y expende la variedad quesera de Salinas, que espera una oportunidad para salir al exterior (no lo han hecho antes por las restricciones que tenía a Ecuador para exportar productos lácteos).
Un operador de la planta chocolatera de Salinas |
En el centro del pueblo está la fábrica de chocolate. Una pequeña factoría que convirtió a gente del páramo en especialistas en finos chocolates con sabores exóticos.
María Junina, una de las mujeres que trabaja en el empacado, cuenta que antes de la chocolatera no tenía un ingreso fijo. "Esto generó trabajo para las mujeres, ya es una ayuda para mis hijos", dice la operadora mientras envuelve con agilidad unos bombones de licor.
Mujeres de Salinas empacan chocolates con licor |
Unos 6.000 kilos mensuales de chocolate se producen en esa fábrica artesanal. Alessandro Gotte, coordinador de esa empresa, dice que el cacao que procesan en Salinas llega de productores pequeños de Los Ríos y Esmeraldas, provincias de la costa ecuatoriana.
Y aunque las ventas se enfocan principalmente en el mercado local, cerca del 10% de la producción, entre turrones y chocolates de Salinas, va a Italia y Japón.
Quienes visiten Salinas podrán ver toda esa producción en una tienda que está junto a la planta. Con precios inferiores a los que se venden en los supermercados de las grandes ciudades.
En el establecimiento de la tienda hay un balcón desde el que se divisan las antiguas minas de sal del pueblo. Actualmente pocas familias siguen la tradición de recoger sal.
La hilandería que elabora la materia prima para la confección de prendas |
El cura Polo también supo aprovechar la habilidad de la tejedoras de la comunidad y creó una cadena productiva para confeccionar los hilos. Y allí se repite la consigna: trabajo comunitario.
La lana que se procesa tiene como proveedores principales a finqueros pequeños de la zona. La actividad en la hiladora comienza muy temprano, lavando la lana de oveja y alpaca que llega. Completar el ciclo para transformar esa lana en hilos coloridos puede tomar unos tres días.
No ha sido fácil mantener este emprendimiento. Los costos de producción en una economía dolarizada como la ecuatoriana y otros factores externos hicieron que la hilandería pase, en su peor momento, de 40 a 9 operadores. Ahora está en recuperación, con un respiro para seguir adelante.
A pocos pasos de la hiladora está el centro de confección. Allí cada día es factible ver a las tejedoras de Salinas armando prendas en un cuarto contiguo a la sala de venta. Son tan hábiles en el oficio, que pueden conversar entre sí, mirar a otro lado y seguir tejiendo abrigos, chales y otros productos sin parar. Ellas venden sus prendas desde los $ 5.
No es lo único que da trabajo a los salinenses. En la parroquia también se producen balones, embutidos y especies con sello propio. Polo sueña con que la nueva generación mantenga ese espíritu emprendedor, que sigan ubicando a Salinas como un ejemplo de economía solidaria.
Bonito articulo estimado.
ResponderEliminarLe falto de visitar la Embutidora Salinerito y la fabrica de Plantas Medicinales.
Saludos cordiales.
Sí. Salinas tiene diversas opciones para visitar.
Eliminar